jueves, junio 14, 2007

Dia 4: Himeji

El Castillo de Himeji y Carlos el Malagueño

Hoy tocaba ir a Himeji y como cada mañana el almuercito que no faltara! El próximo viaje a Japón, por qué lo habrá, buscaré habitaciones cerca de un supermercado como el de Kyoto. Después de coger el shinkansen y tras 45 minutos de trayecto llegamos a la ciudad de Himeji.

En la misma estación pedimos información de como llegar, nos dieron unos folletos que incluia un mapa y cuándo nos despedíamos de la atenta mujer escuchamos una voz que cuánto menos nos pareció tener un acento un tanto reconocible!
Coño un andaluz!, dijo Nacho
De Málaga! respondió el que pronto se convertiría en nuestro guia turístimo por ese dia.

Así empezó nuestra historia con Carlos un tio fantástico y con ese arte malagueño, simpático y "grasioso" como él solo. Carlos después de vivir 5 años en Canadá, se fue a vivir como profesor de inglés y castellano a Japón donde reconoce estar muy feliz con esos pequeños
"hios" de puta como llama a los japos...con todo el respeto ya que tiene muchos amigos japones. Nos estuvo contando un montón de anécdotas lo duro que se le hacía el idioma al principio, sin tener ni idea de japonés, aunque ahora dice que más o menos sigue cuálquier conversación tras 12 meses de vivir en Osaka. Nos decie sonriente, ya que se le veía super feliz, que japón era como estar en la universidad pero con dinero. Así que nos pegamos a él y nos fuimos juntos hasta el castillo de Himeji. No recuerdo el rato que estuvimos andando hasta llegar al castillo pero sí recuerdo que se hizo muy ameno...solo teníamos preguntas que hacerles.
Carlos había quedado con una amiga suya japonesa así que la mañana no podia empezar mejor.



Una vez llegamos a la entrada de los jardines del castillo nos quedamos impresionados por el castillo. Homs y yo no hacíamos otra cosa que imaginar siglo atrás como debia ser la vida en él.

El castillo en un par de horas está más que visto claro que nosotros nos recreamos en verlo con atención hasta el último rincón y hacer fotos desde todos los ángulos. La arquitectura del castillo es brutal y desde las faldas de la muralla si miras hacia arriba la vista es imponente, en algunos momentos parece que te esté mirando.


El caso, que subimos a las distintas sales que a medida que subias las estancias se iban haciendo más pequeñas para al fin llegar a la última planta y poder deleitar unas vistas impresionantes de los jardines, las murallas y unas colinas donde se situa alrededor la ciudad de Himeji.

Después de la visita Carlos y su amiga japonesa siguieron su camino, no invitaron a ir a un conjunto de 9 jardines, KO-KO EN, justo a lado de una de las entradas al castillo, pero como queríamos visitar el templo Engyo-ji decidimos despedirnos.
Despedida que no duró demasiado porque en breve descartamos la excursión del templo y nos juntamos de nuevo con ellos en los jardines. Después de charlar un rato y pasear por los 9 jardines fuimos a comer unos noodles de verano...osea unos unos fideos de arroz bañados en agua con hielo...el plato era bastante triste pero por lo visto muy preparado en estos meses de calor. De todos modos hasta unos simples fideos mojados en salsa de soja cuándo estás en Japón te saben a gloria.

De camino de vuelta a la estación Carlos nos aconsejó probar el matcha shake, que es un batido de te matcha bien frio! Muy refrescante y vicioso! Nos llevó por unas galerias repletas de tiendas, muy parecidas a las que vimos en Nara y finalmente llegamos de nuevo a la estación. Allí sí que llegó la hora de la despedida no sin antes hacernos unas fotos con las Chewakas.

De regreso a Kyoto por la tarde-noche fuimos al centro de la ciudad por Sanjo-dori con la intención de volver a grabar cds con las copias de las fotos para ir haciendo espacio...somos de gatillo fácil. Después paramos a probar un Kentucky para que estuviéramos todos contentos con el tema de la comida y darnos cuenta de paso que las hamburguesas en japón son lo más parecido a la foto que os podeis encontrar...vamos igualito que en los McDonalds de España.

Al dia siguiente tocaba despedirse de Kyoto, una ciudad tradicional con una infinidad de sitios por visitar donde cada calle y callejón esconde un rincón tan exquisito y digno de ver que espero algún dia pueda repetir.

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